Yolanda . El nombre lo tiene de artista o de bailarina de cabaret. Depende de quien lo pronuncie. El demonio la conoció cuando aún era estudiante de Literatura Rumana en la Universidad de Bucarest. El pelo largo y del tono que solo el chocolate amargo tiene. Las manos delgadas y llenas de pequitas casi imperceptibles. El demonio se llenó de sus ojos tristes y aún así vivos y enmarcados por las pestañas oscuras que parecían alas de mariposas nocturnas. El demonio supo en pocos segundos que nunca olvidaría a Yolanda: su boca delgada y sus pechos firmes. Yolanda tomó su café sin azúcar. Le sonrió al demonio más por aburrimiento que por interés. El demonio no dejó pasar la oportunidad de invitarla a sentarse con él. Tenía la cabeza ya llena de imágenes de su cuerpo desnudo; de su vida privada. De la ducha de la mañana. Yolanda le dijo ser modelo. No estudiante. Modelo. Estaba en la Universidad mientras se arreglaba el contrato que un tal Johnny Cliché le había asegurado para ir a Milan...
Cuentos y poesía por Liliana Kriegs: de los demonios, de los tiempos, del alma incesante.