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Mostrando las entradas de octubre, 2012

Las vírgenes

Pasadas la horas, ya no se oían ni murmullos. La fiesta podía darse por terminada. Los borrachos se repartían por el piso sin hacer escándalo alguno y las vírgenes se habían retirado mucho antes a sus respectivos cuartos. Las otras medio vírgenes se habían agasajado con la última cumbia y las que ya de plano ni en la virginidad creían, estaban arrumbadas en las esquinas con los hombres desengañados. Los novios, metidos en un cuartito a tres cuadras del salón, todavía se besaban, se abrazaban, se decían ternuras por aquí y por allá. El suegro de él no conseguía dormir pensando en su angelito, haciendo quién sabe qué cosas con el marido (como si él nunca hubiera cogido alguna vez) y la suegra de ella no conciliaba el sueño, pensando en que a partir de ese día su querubín ya no tendría qué comer. Entre tanto enfermo de insomnio, el silencio parecía hasta extraño. El temblor había dejado a todos exhaustos. No había pasado a mayores, fue un temblorcito, pero nadie había dejado de hablar d

De los fantasmas

Los fantasmas no recuerdan, ni dejan vestigios de su existencia. Andan nada más. Aparecen de vez en cuando y te ocupan. Te hacen reír o llorar y al fin de cuentas no te acuerdas de para qué los conjuraste. Los fantasmas están arrumbados en alguna esquina y son desempolvados en ciertas épocas del año. No tienen ni lugar ni espacio propio, solamente viven en los suspiros de aquellos que aún los recuerdan con vida. Y siguen siendo cuando no lo son más. Y se esfuerzan por darse a notar, aunque sólo lo consigan a destiempo. Qué dieran los fantasmas por transformarse en materia y llenarse de pétalos y alas de luciérnagas y abrazar a todo lo que extrañan del mundo que dejaron. Los fantasmas ríen y lloran en sus propias esquinas. Cuentan sus cuentos a otros que los escuchan... y esperan... a que los invoquen; a que los inviten... a que los extrañen...