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Mostrando las entradas de octubre, 2014

Del demonio y Yolanda

Yolanda . El nombre lo tiene de artista o de bailarina de cabaret. Depende de quien lo pronuncie. El demonio la conoció cuando aún era estudiante de Literatura Rumana en la Universidad de Bucarest. El pelo largo y del tono que solo el chocolate amargo tiene. Las manos delgadas y llenas de pequitas casi imperceptibles. El demonio se llenó de sus ojos tristes y aún así vivos y enmarcados por las pestañas oscuras que parecían alas de mariposas nocturnas. El demonio supo en pocos segundos que nunca olvidaría a Yolanda: su boca delgada y sus pechos firmes. Yolanda tomó su café sin azúcar. Le sonrió al demonio más por aburrimiento que por interés. El demonio no dejó pasar la oportunidad de invitarla a sentarse con él. Tenía la cabeza ya llena de imágenes de su cuerpo desnudo; de su vida privada. De la ducha de la mañana. Yolanda le dijo ser modelo. No estudiante. Modelo. Estaba en la Universidad mientras se arreglaba el contrato que un tal Johnny Cliché le había asegurado para ir a Milan

Dolores del cuerpo

Me duelen los huesos. Me doy cuenta de los años escondidos; de los días que no contaron y aún así estuve viva. Tengo la carne rota y el cuerpo cortado; las heridas que no sanan, las cicatrices que duelen cuando hace frío. Con tanto malestar del cuerpo, como no doler la explosión de colores del alma. La dicha; la bulla de los amaneceres juntos. Con la sangre en los recuerdos la alegría de las sonrisas que vas repartiendo. Sueño y me alegro, de que no gane mi cuerpo.