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Del demonio de la cueva

Antes hacía menos frío en las cuevas. El demonio se había ido acostumbrando a recogerse junto al fuego con el paso de los años. Tenía mucho tiempo solo y a la vez tan acompañado de sus nostalgias y recuerdos. 

El demonio escuchó la voz poco antes del crepúsculo. Parecía lejana pero a la vez resonaba en el eco de las cuevas. Primero comenzó a dudar de su propia cordura. También los demonios empiezan a alucinar compañía cuando se sienten solos. 


Los días son los peores. 


La voz se fue acercando y el demonio salió al encuentro. La voz pertenecía a un hombre cantando mientras subía la montaña. Con voz rugosa y jadeante, masticaba las palabras en una melodía sin son. El demonio salió a su encuentro.


- Buenas noches, amigo. - dijo el demonio - ¿Qué te trae por estos rumbos?


- Buenas noches igualmente - dijo el hombre deteniéndose por un momento tratando de ignorar la desnudez soberbia del demonio - Estoy en camino a La Buena Fe. Es un rancho tras las montañas donde voy a ser maestro.


- Un maestro, mire Usted - dijo el demonio interesado. - ¿Quiere pasar la noche en mi cueva? Estos rumbos se llenan de coyotes por las noches y no son muy amistosos y menos con ese olor tan penetrante a vida que Usted despide.


El hombre tragó saliva preocupado. Mil terrores y visiones le acongojaron los pensamientos imaginándose las atrocidades que el demonio podría hacerle de quedarse o de negarse.


- No se preocupe, amigo - Le dijo el demonio, que ya había leído sus pensamientos.- No le haré nada; solamente me alegraría un poco de charla amena con alguien interesante. Hace tanto tiempo que estoy solo y no tengo mucho que contar. 


El hombre accedió entonces y se sentó cerca del fuego con el demonio. Y le contó su historia. de cómo el hombre había nacido lejos de aquí, al otro lado del océano; que había perdido a padre y madre muy joven y había tenido que venderse para pagar los estudios.Le contó que en sueños hubiera querido convertirse en mago y desaparecer muchas veces; que en uno de sus trabajos había contagiado sífilis y ahora esperaba con calma que le llegara la demencia, moviéndose de pueblo en pueblo trabajando de maestro y ayudando a construir escuelas.


El demonio escuchaba fascinado. El hombre parecía cansado y estaba a la vez tan lleno de energía. El demonio había escuchado el rumor de la enfermedad desde que el hombre venía acercándose. Era una de esas virtudes que el demonio detestaba. Siempre encontraba las zonas negras y el sufrimiento primero que nadie. Hacía mucho tiempo que no se regocijaba en ello.


Durmieron pocas horas. hablaron tanto como pueden hablar dos extraños que tienes toda una vida por contarse para no volverse a ver más.


- Gracias por tu hospitalidad - dijo el hombre llegada la mañana - Pero tengo que irme ahora.


- Gracias por tu compañía - dijo el demonio - Y cuando sea el tiempo, puedes con gusto venirte a morir aquií.


Y se fue el hombre, con su paso cansado y su cabeza llena de libros y cuentos. Y el demonio lo miró alejarse, deseando con toda el alma, que fuera a morir pronto también.

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