Los rezos son los mejores momentos del día. Cuando la casa duerme y los rincones empolvados no respiran. Las manos tocan la pared. El demonio la siente estremecer de cansancio.
La vida es triste cuando no se siente nada. Triste aunque la tristeza ya no se sienta. Triste aunque el demonio lo llene todo y no se lleve nada. La esperanza de que algo pase es algo que tampoco se siente. La espera sí. Duele en los huesos.
El demonio ha sacudido los estantes varias veces. Pero no ha querido mirar abajo de la cama. La cama que huele a terrores nocturnos, insomnio y silencios obscenos. El demonio chasquea la lengua y se sienta a mirarla.
Se le han apagado los ojos. Está sola. La piel tan transparente y el pelo quebrado. La había seguido hacía una eternidad para robarle un poco de la luz que la cubría. La luz se fue apagando y el demonio no se dio cuenta cuándo.
Tan llena de vida.La sonrisa tan plena. Y ahora tan serena, tan inexplicable. Fatigada y a la vez con las energías guardadas para escapar a dónde la vida no la siga; donde no se le encuentre encorvada en su propia sombra. El demonio la ha visto temblar por las noches. Llorar sin llorar y con lágrimas de sal. El demonio lo ha visto ir y venir. Abrir la boca como los Dementores de Harry Potter y tragarse a bocanadas toda esperanza. El demonio lo detesta. Lo aborrece. Quisiera destruirlo y masticarlo y escupirlo. Vomitarlo. Pero está cansado y rodeado de fragilidad inconforme.
Hoy la escuchó gritar con rabia. Lo hizo reír con tanto insulto. El demonio sabe que se le va a apagar el fuego pronto. Que no habrá más fuerzas para luchar y contradecir.
El demonio trata de explicarse cómo un ser de luz puede desaparecer poco a poco, sin darse cuenta. Cómo siendo demonio no ha podido robar el alma para saciarse en la virtud.
Le está entrando el miedo, de que se le empiecen a llenar de telarañas los sueños y ella deje de contemplarlo en las noches, mientras se sienta en la repisa a mirarla. Son dos y aún así tan solos. Son tres, pero sólo dos que se importan.
La vida es triste cuando no se siente nada. Triste aunque la tristeza ya no se sienta. Triste aunque el demonio lo llene todo y no se lleve nada. La esperanza de que algo pase es algo que tampoco se siente. La espera sí. Duele en los huesos.
El demonio ha sacudido los estantes varias veces. Pero no ha querido mirar abajo de la cama. La cama que huele a terrores nocturnos, insomnio y silencios obscenos. El demonio chasquea la lengua y se sienta a mirarla.
Se le han apagado los ojos. Está sola. La piel tan transparente y el pelo quebrado. La había seguido hacía una eternidad para robarle un poco de la luz que la cubría. La luz se fue apagando y el demonio no se dio cuenta cuándo.
Tan llena de vida.La sonrisa tan plena. Y ahora tan serena, tan inexplicable. Fatigada y a la vez con las energías guardadas para escapar a dónde la vida no la siga; donde no se le encuentre encorvada en su propia sombra. El demonio la ha visto temblar por las noches. Llorar sin llorar y con lágrimas de sal. El demonio lo ha visto ir y venir. Abrir la boca como los Dementores de Harry Potter y tragarse a bocanadas toda esperanza. El demonio lo detesta. Lo aborrece. Quisiera destruirlo y masticarlo y escupirlo. Vomitarlo. Pero está cansado y rodeado de fragilidad inconforme.
Hoy la escuchó gritar con rabia. Lo hizo reír con tanto insulto. El demonio sabe que se le va a apagar el fuego pronto. Que no habrá más fuerzas para luchar y contradecir.
El demonio trata de explicarse cómo un ser de luz puede desaparecer poco a poco, sin darse cuenta. Cómo siendo demonio no ha podido robar el alma para saciarse en la virtud.
Le está entrando el miedo, de que se le empiecen a llenar de telarañas los sueños y ella deje de contemplarlo en las noches, mientras se sienta en la repisa a mirarla. Son dos y aún así tan solos. Son tres, pero sólo dos que se importan.
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