- Dime la verdad!
- Pero mamá, ya te dije, la encontré en la playa. Tenía las alas rotas y la traje para acá.
- Esas alas no son de verdad, tarugo! Mírale las uñas, y toda la trompa pintada de sabe-qué... Ni modo, ya qué. Ahí viene la tormenta y ya no tiene caso regresarla a rastras al pueblo. Tírala allá en la esquina para que se le pase la borrachera mientras tragamos...
- Mamá... yo no creo que esté borracha, mírale las alas, y la sonrisa dulce que tiene. Yo creo que es un ángel!
- No seas bobo, mijo. Los ángeles no existen!
- Pero el Padre Monsito dijo que...
- Sí, sí. Ya sé lo que dijo, pero los ángeles ni tienen semejantes tetas ni se pintan la boca de colores. Ah no, y menos éso! Oyes? Los ángeles no roncan, mijo.
- Pero es tan bonita mamá... y las alas...
- Mira chamaco... yo sé que te gustan los cuentos, pero este de verdad que no es un ángel y si me dijeras la verdad, que la encontraste en el pueblo, a lo mejor te explicaría algunas cosas que más vale que vayas aprendiendo...
- La encontré en la playa, de veritas! Por ésta! - y se persigna.
- Muchacho malcriado! No ande persignándose en vano! Mira mijo... los ángeles puede que existan, pero ésta no es una... Tráeme las tijeras.
- No, mamá, no la lastimes!
- No le va a doler nada. Tráeme esas tiijeras, te digo. (recorta los cordones que sostienen las alas) Ya ves? Nomás son postizas... Y ahora porqué lloras?
- Es que pensé que era un ángel...
- Pos no mijo... los ángeles no se caen del cielo así nomás. A ésta la habrán tirado los del puerto. por lo carcomidos que tiene los tacones, yo creo que baila allá en los tugurios de la calle 2. Ve tú a saber qué andaba haciendo en la playa...
- Pero mamá... Tú también trabajas allá y a tí no te ponen alas, no te podrían confundir con un ángel.
- Pos sí, mijo, pero yo sí voy a trabajar. Mis tiempos de bailarina ya pasaron. Y además a mí nunca me verás borracha.
- Ay mamá. Ojalá hubiera sido un ángel. Le hubiera comprado una cajita para guardarla y tenerla ahí nada más para que me contara las historias del cielo.
- Ey... pero ahora ya vete a dormir. Yo acuesto a esta puta en el catre de acá. A lo mejor viene a buscarla su patrón...si no es que fue él el que la mandó a aventar. Yo me voy a trabajar.
- Sí, mamá. Diles que te regalen alas!
- Pero mamá, ya te dije, la encontré en la playa. Tenía las alas rotas y la traje para acá.
- Esas alas no son de verdad, tarugo! Mírale las uñas, y toda la trompa pintada de sabe-qué... Ni modo, ya qué. Ahí viene la tormenta y ya no tiene caso regresarla a rastras al pueblo. Tírala allá en la esquina para que se le pase la borrachera mientras tragamos...
- Mamá... yo no creo que esté borracha, mírale las alas, y la sonrisa dulce que tiene. Yo creo que es un ángel!
- No seas bobo, mijo. Los ángeles no existen!
- Pero el Padre Monsito dijo que...
- Sí, sí. Ya sé lo que dijo, pero los ángeles ni tienen semejantes tetas ni se pintan la boca de colores. Ah no, y menos éso! Oyes? Los ángeles no roncan, mijo.
- Pero es tan bonita mamá... y las alas...
- Mira chamaco... yo sé que te gustan los cuentos, pero este de verdad que no es un ángel y si me dijeras la verdad, que la encontraste en el pueblo, a lo mejor te explicaría algunas cosas que más vale que vayas aprendiendo...
- La encontré en la playa, de veritas! Por ésta! - y se persigna.
- Muchacho malcriado! No ande persignándose en vano! Mira mijo... los ángeles puede que existan, pero ésta no es una... Tráeme las tijeras.
- No, mamá, no la lastimes!
- No le va a doler nada. Tráeme esas tiijeras, te digo. (recorta los cordones que sostienen las alas) Ya ves? Nomás son postizas... Y ahora porqué lloras?
- Es que pensé que era un ángel...
- Pos no mijo... los ángeles no se caen del cielo así nomás. A ésta la habrán tirado los del puerto. por lo carcomidos que tiene los tacones, yo creo que baila allá en los tugurios de la calle 2. Ve tú a saber qué andaba haciendo en la playa...
- Pero mamá... Tú también trabajas allá y a tí no te ponen alas, no te podrían confundir con un ángel.
- Pos sí, mijo, pero yo sí voy a trabajar. Mis tiempos de bailarina ya pasaron. Y además a mí nunca me verás borracha.
- Ay mamá. Ojalá hubiera sido un ángel. Le hubiera comprado una cajita para guardarla y tenerla ahí nada más para que me contara las historias del cielo.
- Ey... pero ahora ya vete a dormir. Yo acuesto a esta puta en el catre de acá. A lo mejor viene a buscarla su patrón...si no es que fue él el que la mandó a aventar. Yo me voy a trabajar.
- Sí, mamá. Diles que te regalen alas!
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