Estimada Malinche,
Ya no hace falta buscar los temblores de tus labios entreabiertos, mirarte dormir o soñar despierta pensando en tus besos a escondidas. Ya no hace falta mirarte a los ojos para encontrarme a mí mismo. Ya todo pasó. Ya todo se ha ido perdiendo: la imagen tuya tan estremecida, tan vaga ahora con el paso de los años. Todo los universos contradictorios, las dimensiones imaginadas y creadas para darte cabida se fueron cerrando, como se van cerrando los hoyos negros que todo consumen. Tus estrellas y tu luz se fue perdiendo, mientras te encontrabas encerrada en la memoria y como parte de la realidad oculta. Te me fuiste algún día, a un país lejano del que al parecer nunca regresaste. Aún sentada frente a tí, yo se que ya no existes, que te fuiste y no volviste.
Aquel día de invierno, en el que me dijiste adiós... tristes y a la vez inciertos los recuerdos me hacen sucumbir a la tentación de pensarte. Te imagino entonces como fuiste y como nunca fuiste y como hubiera querido que fueses. Ya no hay marcha atrás y tampoco se vuelve necesario. A pesar de tu partida, siguió amaneciendo y la luna roja no dejó de soñar nuestros sueños. Ya no hace falta pensar en un qué será que nunca fue ni dejó lugar para un pasado. Nos callamos, lo callamos. Ahora hacemos como que nunca hubo nada. Tú y tus demonios estarán curiosos tal vez de vez en cuando después de muchos sueños llenos de mí. Los míos - mis demonios apaciguados - son exorcizados a destiempos. Me los saco del cuerpo sudando la nostalgia que me provoca tu nombre.
La verdad es que ya no te extraño. Pensé muchas veces que tu cuerpo me quedaría tatuado en el alma y lloraría por tí cada noche de verano y de invierno cuando pensara en la eternidad de la pérdida y la cercanía peligrosa de nuestras angustias. Mas me di cuanta de que aún teniéndote cerca, ya no logro escuchar el ritmo de tu respiración o el latido de tu corazón exaltado. Me van faltando poco a poco las letras que constituyen tu nombre. Se me van perdiendo las letras, con ellas las palabras y con las palabras los versos que llegué a escribirte algún día. Se me van perdiendo las texturas que recuerdan mis manos reconociendo tu cuerpo. Y ya no me dicen nada las voces acerca de tus lamentos.
Las lágrimas que derramé por tí se fueron secando en un desierto de abandono. El dolor que te provoqué fue a propósito... qué quieres que te diga. Las mentiras serían palabras por demás inventadas para delirar en silencio un arrepentimiento que no siento. Las letras perdidas de tu nombre, se han convertido en culpa, en destierro, en soledad. Siempre esperé tu venganza, como se espera la daga en la espalda cuando se traiciona. Yo te traicioné sin razón, sin escrúpulos por no darte el gusto de perderte sino asegurarme de ser yo la que te dejara para siempre.
Me da hasta risa la manera en que nos miramos y hacemos lo posible por no hablar del tema. Es como si las letras de las cosas que alguna vez nos dijimos se hubieran ido quemando una por una en el fuego de una despedida que parecía no tener fin. Y ahora jugamos a las escondidas. No hablamos de nada y así hablamos de todo. El pasado? P-A-S-A-D-O, letras que ya no existen. Nos las comimos y no acabamos de vomitarlas ahora que todo se ha terminado de escribir.
Crees que nuestra historia se terminó ahora que se nos acabaron las palabras? Crees que el silencio en el que escondimos el monstruo que creamos perdurará con el paso de los años? Crees de verdad que la nostalgia de nuestras voces en la oscuridad de una habitación ahora llena se perderá para siempre en el eco de los gritos silenciosos en los que nos hicimos pedazos el alma. De verdad crees en todo éso? Ilusa... las letras perdidas las encotrarás siempre en el alfabeto y en el P-A-S-A-D-O, ahí siempre seremos lo que fuimos.
Con veneno en las entrañas,
El vencido
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